Podrás quitarme las entrañas
como un sádico chamán,
los ojos, como el hambre empuja al buitre,
podrás quitarme la lengua
y evitarme las palabras,
pero nunca podrás quitarme
estas ganas de escribir.
Porque esta enfermedad,
enraizada en las fibras musculares,
no entiende de bisturíes
y tiene el olfato
de un sabueso buscando al dueño.
Tiene rapaces garras,
hambrientos dientes
y venenosa saliva.
Es un depredador de llantos fáciles,
un carroñero
de sonrisas débiles.
Jose A. Barros
La casa del rio susurrante 3 FINAL
Hace 1 día
1 comentario:
No, que nadie te quite las ganas de escribir.
Pero escribe, no hagas como otro que yo me sé que perdió la costumbre en algún lugar olvidado.
Cuídate, abrazo.
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