viernes, 8 de julio de 2016

Para ensayar mi muerte...


Para ensayar mi muerte
me puse a llorar,
me vestí de negro
y saqué mi duelo a pasear por la ciudad.
Algunos lo miraban
con exagerada indiferencia,
otros ,mostraron mínima curiosidad
como quien mira al inquilino nuevo
del bloque de al lado.
Un niño preguntó si estaba de paso,
y con un tono grave de voz quebrada
casi gritando, le contestó que no,
que vino a quedarse para siempre.
El niño comenzó a llorar asustado.

Para ensayar mi muerte,
el día comenzó a caer
tras la línea del horizonte.
Me fui con mi duelo al parque
y allí hablamos de cosas triviales.

Por ensayar mi muerte,
son las tres de la madrugada
y duerme plácidamente en el piso de arriba.
Yo no concilio el sueño,
no me atrevo a echarle
y temo que se quede para siempre.

  Jose A. Barros

martes, 5 de abril de 2016

Me subí a los tejados...

Me subí a los tejados
y todos los transeúntes 
se movían como ratones despistados,
ignorando las miradas felinas
que se precipitan sobre ellos cada noche
y esperan, de azotea en azotea,
un bocado nutritivo emocional.

Ericé el pelo del lomo
como un gato amenazador
de garras afiladas y agresivos dientes,
tratando de intimidar, con la voz,
a otros felinos territoriales.
Pequeña bestia diseñada para crímenes de altura.

Comencé a ronronear
sobre las últimas tejas.
Mantuve la quietud 
con la infinita paciencia del hambre
y me abalancé sobre las aceras,
pero olvidé que los gatos 
no han aprendido a volar.

Jose A. Barros