jueves, 25 de julio de 2013

Hay que vivir muy dentro...

Hay que vivir muy dentro,
donde la sangre
aún es parte del tuétano,
donde el sabor a calcio
llega a través de la piel,
y las venas
apenas comienzan a murmurar
caudales de emociones varias.

Hay que habitar las olas
de los mares de bilis,
ahogarse sin remedio
en la profundidad de los miedos
que me acechan cada noche
y permanecen erguidos
cuando llega la mañana.

Hay que estar
en el dorso palpitante de los ojos
cuando, aterrorizados,
construyen lluvias.

Hay que pasar los días
sobreponiendo quietud
al dedo sobre el gatillo
y marginando a la sien
entre lo sanguinario de las horas.

Hay que vivir muy dentro
para llegar a conocerme.

Jose A. Barros

sábado, 20 de julio de 2013

Un ligero murmullo...

Un ligero murmullo
acompaña a los badajos,
oradores tristes que no saben
por quién llorarán mañana.
Todo el mundo escudriña las esquinas
con ese temor primitivo que nos invade
cuando el cáncer ha venido de visita
y se asegura estancia, desalojando una cama ajena.
 
Algunos se apresuran
a cerrar estaciones y autopistas
por temor a la llegada
de otras enfermedades extranjeras,
posiblemente, demasiado conocidas.
 
Esconden a sus primogénitos
y marcan sus dinteles con sangre de cordero.
¿Y quién se olvidó de los dinteles
durante cuatro años?
 
A los que no tenemos dioses,
ni rezos, ni dogmas de fe
sólo nos queda confiar en que Herodes
viva demasiado lejos.


Jose A. Barros

miércoles, 10 de julio de 2013

En las repisas...

En las repisas,
las navajas ansiosas buscaban dedos
dispuestos al abrazo sanguinario
de compartir el sabor caníbal
sobre el diente metálico.
Había cierto magnetismo
agitándose en la palma de mis manos,
y el hambre se paseaba por debajo de las uñas
como un alargado grito doloroso
que nacía en el estómago.

Todavía conservo las balas
y una lista de entrecejos donde escupir pólvora.
Porque antes de perder las ansias homicidas,
me las trago.

Y ya vomitaré.

Jose A. Barros