viernes, 5 de agosto de 2022

De pronto...

De pronto
tintes granas en el cielo, 
temblores, tronada lejana, 
tres, dos, uno. 
Y no es la cuenta atrás 
pero tres, dos, uno. 
Matar, morir, matar, 
las paredes sangran, enferman. 
Cuarenta y dos grados, 
los exorcistas se han quedado sin agua bendita 
y la hora de las bestias no siempre es puntual, 
pero tres, dos, uno. 
Y no es la cuenta atrás. 
Los cristales rezuman lodo, 
las paredes contagian su dolor 
y el cuarto duele, 
sangra por los rincones. 
Cicatrices alrededor del puñal, 
la carne cristaliza, 
se quiebra, 
se pudre a solas. 
Cuarenta y dos grados 
y la habitación sigue enferma de bisagras oxidadas, 
de puertas a la soledad 
que se ha quedado sin dientes. 
Tres, dos, uno. 
Y no es la cuenta atrás, 
pero tres, dos, uno. 
Matar, morir, morir, llorar, callarse. 
Casquillos de calibre doce, 
galletas de mantequilla, 
cuarenta y dos grados. 
Las ventanas rezuman mercurio, 
las polillas duermen. 
El cuarto duele, 
reza indefinidamente 
y padece enfermedades sin nombre. 
Matar, matar, matar. 
Tres, dos, uno. 
Y no es la cuenta atrás. 
Pero tres, dos, uno. 
Cuarenta y dos grados, ansiolíticos, 
cuchillas de afeitar. 
La bañera llena, vacía, sucia. 
Voces en off, dulce letanía. 
Tres, dos, uno.

Jose A. Barros