En las repisas,
las navajas ansiosas buscaban dedos
dispuestos al abrazo sanguinario
de compartir el sabor caníbal
sobre el diente metálico.
Había cierto magnetismo
agitándose en la palma de mis manos,
y el hambre se paseaba por debajo de las uñas
como un alargado grito doloroso
que nacía en el estómago.
Todavía conservo las balas
y una lista de entrecejos donde escupir pólvora.
Porque antes de perder las ansias homicidas,
me las trago.
Y ya vomitaré.
Jose A. Barros
DÍAS DE ESPARTO
Hace 2 semanas
1 comentario:
Aunque no llevase firma, sabría que es tuyo, un saludo tahonero. *_*
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