Ío
"A Jose Antonio Barros, Bunbu.
Por tu amistad y tu poesía; por el tiempo compartido, las idas y las vueltas, por el motivo de mis sonetos.
Con mi admiración.
Un abrazo, Poeta"
La admiración y la gratitud son mías Ío.
Gracias legendarias.
Dolido cazador de los bosques y prados,
prisionero infeliz y pusilánime,
moribundo felino.
Coloso emperador, guerrero anciano,
receloso bufón del hombre bárbaro,
imponente alimaña.
¿Cómo ese cazador se resigna tumbado
y esperando morir se va apagando?
¿Por qué tú viejo tigre?
Bunbu
A veces me invaden las ganas
de un salto al profundo vacío,
me asomo al bordillo en la acera,
me impulso y después me echo atrás.
A veces arrimo a la sien
la boca de un arma de fuego,
inspiro, suspiro, amartillo,
y al palo no encuentro el gatillo.
A veces me interno en los charcos
sabiendo que no sé nadar.
A veces quisiera estar vivo,
la muerte ya no la soporto,
vivir, sólo quiero vivir,
dolerme, ahogarme, sufrir.
Bunbu
Y vuelvo a navegar la vida a solas,
y vuelvo a llorar sangre,
y vuelvo a ver los huesos de mi sombra,
y a recordar el hambre.
De nuevo noto el peso de la culpa
lastrándome los hombros,
una sonrisa dándose a la fuga
quemándome en los ojos.
De nuevo el aire tiene un rancio aroma
a duelo y cementerio,
el mismo que rodea mi corona,
salobre polvo y cieno.
¿Será la última vez, alguna vez?
¿Será otra vez primera?
Dibujo surcos, huellas, con los pies
hundidos en la tierra.
Bunbu
Hoy permito que me brillen las ausencias
una a una por los poros de la piel
y me quedo en el insomnio abandonado
como el eco de onda media sin señal.
Aferrado a las farolas del silencio
mientras ellas parpadean por la luz,
veo mórbidos gusanos que alimentan
los rincones de humedad.
Confidente de las llamas de una hoguera
les confieso mi secreto a las pavesas,
y camino entre desiertos de cenizas;
así engordo mi ración de soledad.
Juego al póker con cuchillas homicidas
apostándome los dedos a dos manos
y me encierro, para no salir jamás,
en un cubo de cristal.
Sueño al margen de un reloj adelantado
despreciando los segundos que regala
y, sonámbulo, me asomo al precipicio
de esta noche, blanco rostro, cuerpo albar.
Sumergido en los efímeros astrales
de un paisaje celestial sin parangón,
soy un ave de esperanza alimentaria.
Dad mi pan a vuestros niños,
y llamadme libertad.
Bunbu
Tu beso es alfarero
que trabaja mi piel de barro muerto,
moldea un pecho abierto
y lo llena de flores cual florero.
Tu beso es el cantero
que pasea el cincel por esta boca,
la talla, la retoca,
y esculpe los latidos de un "Te quiero".
Tu beso es mucho más,
y será la tormenta que me agite
cuando mi boca grite
por el último beso que me das.
Bunbu
Tirar a pesar del uso
o el desuso,
de la edad y del cansancio
o el desuso.
Deshacerse de él a golpes,
arrancárselo,
retorcerlo y olvidarse
de su nombre.
Echarse la mano al pecho,
encontrarse
su consolador vacío
y dormirse
con la quietud y la calma
del alivio.
Bunbu
Los ojos al destierro,
la lengua prisionera
y el corazón, a muerte, condenado.
Los brazos a la tierra
fuertemente aferrados
y en el oído el eco de los hierros.
No hay Luna sin puñales
ni canto sin guitarra,
no hay voces de lamento en los olivos.
Desde que te enterraran
(¿o quizás sigues vivo?)
no se escucha llorar por soleares.
A tu verdugo verde,
verde, verde limón,
suplicaron los ángeles del cielo,
y el poder del cañón
en la frente del pueblo,
fue más fuerte que el llanto de tu gente.
Hoy te lloran, hermano,
como te llora el río,
desbordado, furioso y triste. ¡Triste!
Te rechaza el olvido
y el pañuelo me viste
donde visten el luto los gitanos.
Bunbu
Se les oye galopar
por infinitas praderas
azuzando a los caballos
con gruñidos y blasfemias.
Con las bridas apretadas
y ensangrentadas espuelas,
donde sus monturas pisan
no vuelve a crecer la hierba.
Huesudos los cuatro jacos,
los jinetes, calaveras,
Muerte y Peste van siguiendo
los pasos de Hambre y Guerra.
Galopan dejando un rastro
de ventoral y tormenta,
cenizas, hambruna, sangre,
muertos y heridas abiertas,
haciendo de los caminos,
de alimañas, sementera.
Cuatro jinetes austeros
con desgracia por bandera
que encontraron en mi pecho
este corazón de piedra
y buscan por los rincones
más lejanos de la Tierra
mis latidos, sin saber
que los di porque nacieras.
Bunbu
De horror, paralizada la cuadrilla
de mil colores vivos y elegantes,
la sangre corre por la chaquetilla
bañando la camisa y los tirantes.
A la arena del coso una toquilla
ha llegado cual símbolo de amantes
y entre las gradas llora una chiquilla
empapando en sus lágrimas los guantes.
-¿Es del toro? Pregunta el mulillero,
-¡Es del toro, que sí! Responde el mozo
que siempre quiso ser banderillero.
El diestro es de dolor sólo un esbozo
y dice con la calma del torero:
- Tranquilos, me ha metido sólo un trozo.
Bunbu
Tras los pasos de la muerte,
porque de ella me alimento,
voy muriendo,
y cuando se hace más fuerte
resucito y me lamento,
voy viviendo.
Porque el tiempo se derrama
y va lastrando mis hombros
voy muriendo,
pero el futuro me llama
sepultado en los escombros.
Voy viviendo.
No hay Luna que me sorprenda
ni rayo que me atormente,
voy muriendo.
¿Habrá voz que me comprenda
cuando mis penas le cuente?
Voy viviendo.
Voy muriendo porque vivo
sintiendo que he de morir.
Voy muriendo.
Voy viviendo y el motivo
no sé si será vivir.
Voy viviendo.
Bunbu
Hermosa dicen, diosa de las diosas,
de las que besan como besa el viento,
con la caricia extrema y el tormento
de verla triste cual marchitas rosas.
Puede ser
pero yo, sólo veo una mujer.
Bunbu
Ya te veo,
al final del corredor,
enterrada en el silencio
-quizás creas que el lenguaje,
y la verba,
ya no tengan nada nuevo
que decir-.
Al fondo del corredor,
se estremecen las bisagras,
y arremete
el tiempo contra las rejas
-ya no lo dejes salir,
es pasado-.
Al fondo del corredor,
la callada por respuesta
cuando el preso,
condenado para siempre en un reloj,
lento, susurra mi nombre.
Al final del corredor,
pálida, incólume, quieta,
con los brazos aferrados
a las horas,
ambos sabemos que esperas.
¡Yo te espero!
En alguna parte
del cielo,
la Luna escondida
llora por envidia,
porque el Sol se fue
para iluminarte.
Por las noches, llora
tu estrella.
¿Qué sabe de amor,
si ella te ha buscado
para no estar sola
al llegar la aurora?
Cuando el río canta,
y entona
con su eterna lágrima
murmullos de rabia
por su soledad,
¡cuánta rabia, cuánta!
¿Cuánta rabia esconde
si ausente,
te adivina y vive
preguntando al viento
dónde te ha llevado
y no le responde?
En lo más profundo
del mar,
se agitan volcanes.
Pues si tú no estás
prefieren forjar
otra vez el mundo.
Y en mi cama duerme
tu pelo,
sagrado, prohibido.
Y al filo del alba
puedo amanecer.
Ya has venido a verme.
Bunbu
¿Crisis de personalidad?
Si sé perfectamente
que soy él
cuando, a veces,
no puedo ser tú.
Bunbu
Tú sí, yo más, los otros.
Atroz veneno agónico
de sílfide mortal,
etéreo, etérea.
Tú sí, yo más, nosotros.
Bunbu