Dijiste "¡tócame joder!"
con un hálito de libertad en la mirada,
con un hilo de humedad entre los labios.
Y me dejé llevar.
Me arrancaste un beso
sumergido en lo más hondo de la entraña
y lo llevaste a pasear alrededor de tu cuello,
a los márgenes de la lengua
con mis dedos enredados
entre la comisura de tu pelo.
Lo llevaste a tus pezones,
al misterioso lugar donde reposan tus pechos
y allí me dejé las últimas balas
de mi lasciva guerra lingual.
Esparciste la pólvora en mis manos
y te dejaste llevar.
Un reguero inflamable bajaba por tu vestido
y comenzaba a arder el interior de tus muslos
a pesar de la humedad
que mis dedos comenzaron a recoger
para explorar tu geografía de lluvias
edificando tormentas
al fondo de tu garganta.
Tormentas que exploré
con los dedos fuera de la boca.
Y nos dejamos llevar.
Jose A. Barros
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Hace 2 semanas
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