Tener dos vidas, tres, cinco, seiscientas;
alzarse en la tormenta emocional,
hundirse en el amor de maremoto
que llega desde el lecho lagrimal.
Sentirse todopoderoso y vivo
más allá del aspecto corporal,
reir a carcajadas por impulso,
amortajar los ojos con cristal.
Amenazar de muerte al universo
con el suicidio firme y radical
de una simple partícula difusa,
rompiendo el equilibrio elemental.
Ponerse cara a cara con la fuerza,
desafiar la línea temporal,
detener con el pecho los cometas,
sangrar en el vacío sideral.
Convertir los océanos salados
en un hogar profundo y abisal,
arrancarse de cuajo los pulmones
y respirar del agua y de la sal.
Despertarse al vacío de una vida
que no por única será especial,
luchar contra el poema y no rendirse
a los versos de trágico final.
Jose A. Barros
viernes, 7 de agosto de 2015
Tener dos vidas, tres, cinco, seiscientas;
miércoles, 5 de agosto de 2015
Dijiste "¡tócame joder!"...
Dijiste "¡tócame joder!"
con un hálito de libertad en la mirada,
con un hilo de humedad entre los labios.
Y me dejé llevar.
Me arrancaste un beso
sumergido en lo más hondo de la entraña
y lo llevaste a pasear alrededor de tu cuello,
a los márgenes de la lengua
con mis dedos enredados
entre la comisura de tu pelo.
Lo llevaste a tus pezones,
al misterioso lugar donde reposan tus pechos
y allí me dejé las últimas balas
de mi lasciva guerra lingual.
Esparciste la pólvora en mis manos
y te dejaste llevar.
Un reguero inflamable bajaba por tu vestido
y comenzaba a arder el interior de tus muslos
a pesar de la humedad
que mis dedos comenzaron a recoger
para explorar tu geografía de lluvias
edificando tormentas
al fondo de tu garganta.
Tormentas que exploré
con los dedos fuera de la boca.
Y nos dejamos llevar.
Jose A. Barros