Coge mi mano,
fuerte, tan fuerte
que no me pueda soltar cuando me arrepienta,
tan fuerte,
que si algo nos separa
me deje los dedos entre tus dedos
y deba volver para recuperarlos.
Aprieta fuerte,
tan fuerte
que la gangrena me castigue las yemas
si se niegan a acariciarte,
tan fuerte como necesites
para notar el pulso
y sentir que mi corazón está encerrado,
prisionero de tus manos.
Coge mi mano fuerte,
tan fuerte
como para ahogarme los miedos personales
que no puedo describir
y no te pido que comprendas,
tan fuerte
que si suplico
sea demasiado tarde para dejar de apretar
y no tengamos más remedio
que empaparnos de lluvia
cuando no haya refugio para dos.
Jose A. Barros
viernes, 23 de octubre de 2015
Coge mi mano...
viernes, 7 de agosto de 2015
Tener dos vidas, tres, cinco, seiscientas;
Tener dos vidas, tres, cinco, seiscientas;
alzarse en la tormenta emocional,
hundirse en el amor de maremoto
que llega desde el lecho lagrimal.
Sentirse todopoderoso y vivo
más allá del aspecto corporal,
reir a carcajadas por impulso,
amortajar los ojos con cristal.
Amenazar de muerte al universo
con el suicidio firme y radical
de una simple partícula difusa,
rompiendo el equilibrio elemental.
Ponerse cara a cara con la fuerza,
desafiar la línea temporal,
detener con el pecho los cometas,
sangrar en el vacío sideral.
Convertir los océanos salados
en un hogar profundo y abisal,
arrancarse de cuajo los pulmones
y respirar del agua y de la sal.
Despertarse al vacío de una vida
que no por única será especial,
luchar contra el poema y no rendirse
a los versos de trágico final.
Jose A. Barros
miércoles, 5 de agosto de 2015
Dijiste "¡tócame joder!"...
Dijiste "¡tócame joder!"
con un hálito de libertad en la mirada,
con un hilo de humedad entre los labios.
Y me dejé llevar.
Me arrancaste un beso
sumergido en lo más hondo de la entraña
y lo llevaste a pasear alrededor de tu cuello,
a los márgenes de la lengua
con mis dedos enredados
entre la comisura de tu pelo.
Lo llevaste a tus pezones,
al misterioso lugar donde reposan tus pechos
y allí me dejé las últimas balas
de mi lasciva guerra lingual.
Esparciste la pólvora en mis manos
y te dejaste llevar.
Un reguero inflamable bajaba por tu vestido
y comenzaba a arder el interior de tus muslos
a pesar de la humedad
que mis dedos comenzaron a recoger
para explorar tu geografía de lluvias
edificando tormentas
al fondo de tu garganta.
Tormentas que exploré
con los dedos fuera de la boca.
Y nos dejamos llevar.
Jose A. Barros
lunes, 23 de febrero de 2015
Soy la bala perdida de un poema...
Soy la bala perdida de un poema
que ha alcanzado de lleno el corazón,
la promesa incumplida que te quema,
las palabras vacías de un cabrón.
Bajo la piel, yo soy navaja extrema
más allá de la carne y el pulmón.
Soy mentiroso y duelo por sistema.
Soy los huérfanos versos de intención.
Yo soy el hijoputa del recuerdo,
la herida que se abrió con la mentira,
el pecho del amante sin latido.
Soy el mal compañero, soy un cerdo,
el cariño que al recordarme espira.
¿En qué tipo de ser me he convertido?
Jose A. Barros