Ya no suena el buzón
a las diez de la mañana,
ni se llena la boca
con catálogos de muebles en stock.
La propaganda electoral
llega a las tres de la madrugada
cuando todos duermen,
por si el próximo gobierno
la vuelve a cagar
y la gente dispara al buzonero
confundiéndolo con un propagandista.
Las facturas llegan un poco más tarde,
cuando la gente está
más dormida todavía
y es posible que no se den ni cuenta
de que le están vaciando los bolsillos.
Los avisos de impago
y otros documentos administrativos,
no son entregados
en buzones vacíos
que no tengan facturas que esconder
bajo un montón de palabras técnicas
avisando de ventajas monetarias
que jamás se cumplirán.
Justo antes del amanecer,
llega el último cartero
a dejar las cartas de amor
y aprovecha
que nadie está despierto todavía,
porque no quiere ser
sospechoso de crímenes postales.
Bunbu