De pronto
tintes granas en el cielo,
Jose A. Barros
temblores, tronada lejana,
tres, dos, uno.
Y no es la cuenta atrás
pero tres, dos, uno.
Matar, morir, matar,
las paredes sangran, enferman.
Cuarenta y dos grados,
los exorcistas se han quedado sin agua bendita
y la hora de las bestias no siempre es puntual,
pero tres, dos, uno.
Y no es la cuenta atrás.
Los cristales rezuman lodo,
las paredes contagian su dolor
y el cuarto duele,
sangra por los rincones.
Cicatrices alrededor del puñal,
la carne cristaliza,
se quiebra,
se pudre a solas.
Cuarenta y dos grados
y la habitación sigue enferma de bisagras oxidadas,
de puertas a la soledad
que se ha quedado sin dientes.
Tres, dos, uno.
Y no es la cuenta atrás,
pero tres, dos, uno.
Matar, morir, morir, llorar, callarse.
Casquillos de calibre doce,
galletas de mantequilla,
cuarenta y dos grados.
Las ventanas rezuman mercurio,
las polillas duermen.
El cuarto duele,
reza indefinidamente
y padece enfermedades sin nombre.
Matar, matar, matar.
Tres, dos, uno.
Y no es la cuenta atrás.
Pero tres, dos, uno.
Cuarenta y dos grados, ansiolíticos,
cuchillas de afeitar.
La bañera llena, vacía, sucia.
Voces en off, dulce letanía.
Tres, dos, uno.
Jose A. Barros