Mi relación con la poesía
es un poco malabar,
lanzo palabras al aire
que, a veces, dibujan bonitas figuras.
Anáforas, hipérboles, paranomasias varias...
Un hipérbaton, como caído del cielo,
su nido en mis manos edifica,
pero las mazas y los aros
ruedan por los suelos una y otra vez.
De pronto,
la incorregible blasfemia
aferrada de nuevo al equilibrio
monocíclico de la rima.
Pero todo vuelve a su cauce
los jueves por la mañana.
Hace tiempo ya
que la doma de leones y otras fieras
me parece simple y aburrida,
y la función del domingo
ya no me divierte como antaño.
No es, pues, casualidad
que tenga función los miércoles por la tarde
y haya elegido ser malaversista.