Bajo el suelo hay una bestia
que sacude las raíces de la tierra
reclamando sus cachorros
porque se me han enquistado dentro.
Gruñe bajo las baldosas
agrietando las aceras,
agita los campos,
siembra en ellos terremotos y se enciende
con el Sol anaranjado del ocaso.
Tiene dolor de nodriza
cuando observa su nido vacío
y se lamenta en las noches,
a las que roba las lunas
para usar como reclamo entre la gente.
Si todo parece en calma,
se le ve resucitando los volcanes
o alimentando tornados.
Intenta recuperar a toda costa
los cachorros que se me han quedado dentro.
La poesía es así,
egoísta y agresiva.