viernes, 7 de agosto de 2015

Tener dos vidas, tres, cinco, seiscientas;

Tener dos vidas, tres, cinco, seiscientas;
alzarse en la tormenta emocional,
hundirse en el amor de maremoto
que llega desde el lecho lagrimal.
Sentirse todopoderoso y vivo
más allá del aspecto corporal,
reir a carcajadas por impulso,
amortajar los ojos con cristal.

Amenazar de muerte al universo
con el suicidio firme y radical
de una simple partícula difusa,
rompiendo el equilibrio elemental.
Ponerse cara a cara con la fuerza,
desafiar la línea temporal,
detener con el pecho los cometas,
sangrar en el vacío sideral.

Convertir los océanos salados 
en un hogar profundo y abisal,
arrancarse de cuajo los pulmones
y respirar del agua y de la sal.
Despertarse al vacío de una vida
que no por única será especial,
luchar contra el poema y no rendirse
a los versos de trágico final.
Jose A. Barros

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